Luis "Capitán Thule" Cannobio, el héroe de metal argentino
Qué sería de nuestro país sin esos héroes anónimos que bajo una bandera pirata permitieron que pudiéramos jugar a Final Fantasy VII pagando 5 pesos por CD, o que hicieron los subtítulos en español de esa película clase Z que descargaste por Torrent y te cambió la cabeza.
Argentina históricamente consume cultura a través de una democratización que se ofrece desde la piratería y el contrabando. Hay miles de historias bajo la senda de los corsarios culturales, pero hoy quiero contarles cómo un juego inglés para unos pocos se popularizó y llegó a las comiquerías de barrio de la mano de un héroe de metal.
Luis Cannobio, alias Capitán Thule, es uno de los grandes responsables de que Warhammer se juegue popularmente en Argentina. Por eso me junté para hablar sobre su historia con Mauro Bianchi, el director del documental Hombre de Metal, sobre Cannobio; y con Koko de Yunke Miniaturas (@legadometalico), uno de sus goblins y heredero.
Capitán Thule Orígenes
Luis nació en 1961 en las tierras de Villa Recondo, La Matanza, y pasó una infancia complicada por una poliomelitis que le dejaría secuelas para el resto de su vida. De joven, gracias a su primo Jujo, recibió un regalo que cambiaría la vida de mucha gente. Jujo era un fanático de la historia que después sería profesor -y parte de los primeros socios del Capitán Thule-, y le obsequió unos soldados de metal históricos. Luis quedó fascinado y con la determinación que tiene la gente que HACE cosas pensó en cómo copiarlos para armar un ejército más grande y, en el camino, modificarles las poses.
Se formó preguntando, metiendo mano y aprendiendo solo. A finales de la década del '80, y con la necesidad de generar un mango, Luis decidió ir al Parque Rivadavia y pedir un puestito para vender sus soldados de metal.
En Argentina siempre vivió el fanático de la historia. Más allá de aquellos que la estudiaban o trabajaban, los textos históricos sobre civilizaciones antiguas o guerras ya eran parte de una cultura nerd naciente. Porque así como se empezaba a leer historietas o relatos de fantasía y horror, también se leían muchos textos sobre mitologías, sucesos épicos y, cómo no, conflictos armados.
Los primeros soldados de metal que llegaron acá estaban hechos por marcas europeas y recreaban en plomo los ejércitos tanto de las Guerras Mundiales como del Imperio Romano o distintas guerras civiles. El negocio de copiar y vender estas figuras data de antes de la llegada de Luis al Parque. En ese contexto, su puesto funcionó y él entendió que ahí había un negocio.
El día 1 de la Era de Metal
Un día se acercaron al puesto los hijos de María Julia Alsogaray (interventora de privatizaciones, funcionaria y diputada menemista), aka los nietos de Álvaro Alsogaray (ministro de varios gobiernos de facto y diputado liberal), y le mostraron a Luis unos soldaditos de plomo de fantasía medieval. Estos chicos jugaban wargames desde los primitivos '80 y tenían la posibilidad de traer originales del exterior. Con ellos, Luis cerraría el trato de su vida: le dejarían copiar sus miniaturas a cambio de ejércitos de plomo.
Warhammer hacía así su debut en el puesto de Luis en el Parque Rivadavia, lo que no solo era vanguardista para la época (principios de los '90) sino que además alimentaba otro monstruo creciente que estaba posicionándose en el país al mismo tiempo, los juegos de rol como Dungeons & Dragons.
Con el tiempo el puesto se mudaría del Parque Rivadavia al Parque Los Andes, donde se confirmaría como un espacio mítico para la escena de wargames y rol. Luis y su familia lideraban las copias de soldaditos de plomo y ahora, con las nuevas miniaturas de Warhammer y Warhammer 40k, el negocio no paraba de crecer. Se había instalado un mecanismo de originales por copias que hacía que el taller trabajara todo el tiempo. Tanto es así que sus primos se unieron al negocio con un puesto en San Telmo de soldados históricos, y se sumaban los pedidos que llegaban a comiquerías y locales. Es muy probable que si tuviste o viste una mini de Warhammer haya salido de la forja de Thule.
Cerca del 2000 sucedieron dos cosas muy interesantes en paralelo. Warhammer empezaba a posicionarse como juego y hobbie a nivel mundial, porque no solo la producción de Games Workshop era mejor, más detallada y con novedades constantes, si no que además el juego había progresado a nivel reglas y lore. Seguía siendo un nicho, pero ya no era un secreto difícil de encontrar si estás metido en juegos de rol, Magic: the Gathering o modelismo.
Lo otro que se dio es el nacimiento de comunidades en internet. Eso permitió conseguir manuales para jugar, gente y el dato de dónde comprar soldaditos. Nació entonces una comunidad de nerdos alrededor del puesto de Parque Los Andes. Grandes, chicos y adolescentes que se juntaban a hablar de sus hobbies, a comprarle a Thule y a esperar a que se fuera para ver si dejaba tirada alguna partecita de miniatura.
Los miembros de esa comunidad también se convirtieron en leales soldados, y unos cuantos pasaron a formar parte del negocio forjando, copiando, armando pedidos y vendiendo. En esta golden age que duró entre 2002 y 2010, Thule ya tenía como 15 años de experiencia y renombre en el rubro, un taller con leales goblins y una red de facilitadores que le acercaban material de Games Workshop al poco tiempo de que salieran a la venta. Un Imperio Romano del plomo que movía kilos y kilos de metal por semana.
El traidor y la Invasión Inglesa
Para 2010, el Capitán Thule tenía corriendo una infraestructura de pequeña pyme y los pedidos salían para todas las provincias. Lo conocía todo el mundo, era un señor rockstar entre los nerdos. El negocio iba para arriba y la fábrica no paraba de sacar cosas. También seguían con los soldados históricos y se daban el lujo de crear colecciones propias, como la de la Batalla de la Triple Alianza.
Hasta que la policía y una abogada representante de Games Workshop tocaron el timbre del taller. Dicen que ese día hacía muchísimo calor y que la primera táctica de los goblins fue apagar el aire acondicionado: los hicieron cagar de calor. Games Workshop se encontró con kilos y kilos de metal y matrices, y se sorprendió por la calidad de las copias y la cantidad.
No pudieron llevarse todo, pero inmediatamente cayó otro allanamiento, esta vez de New Line Cinema por las miniaturas de El Señor de los Anillos. Después, Games Workshop apareció en algunos locales como Mordor Toys para llevarse material y apretar para que no vendan más copias. Luis terminó con una causa económica que por cuestiones legales y por su discapacidad logró financiar en cuotas. Fue una bomba para el taller y su negocio, pero también fue un Hiroshima nerdo. Lo que antes se conseguía, se cortó. Y durante unos años se pasó al anonimato.
¿Cómo fue que pasó esto? La historia que resuena más fuerte es que un hobbista dueño de un local le entregó a Thule a los Ingleses de Games Workshop para tener el favor de la distribución en el país. Luego se abrió un local a todo culo que duró muy poco, porque la gente no podía pagar originales y la mayoría jugábamos con las copias de Luis.
Los últimos años y el documental
Levantarse de todo eso fue complicado. Games Workshop dejó en claro que las copias en Argentina no se podrían vender, y eso separó a los hobbistas de elite, que podían comprar originales, de aquellos que crecimos con Thule. Los primos de Luis siguieron con los soldados históricos y él se quedó con su famoso revoltijo, llevando a ferias y provincias restos y cosas que tenía de stock.
Mauro Bianchi, que viene del mundo del rol y es parte de los admins del famoso grupo de Facebook del Frente Rolero Argentino, conoció a Luis en 2017 en la Feria del Libro Heavy, al invitarlo al stand del FRA. Cuenta que le llamó la atención que fuera gente ajena al heavy a verlo a Luis. Y charlando con él sobre su historia, le propuso hacer un documental sobre su vida. Así nació Hombre de Metal.
El Capitán Thule falleció en noviembre de 2019. Se espera que el documental se estrene en junio de 2025, y Bianchi dice que va a tener una sorpresa que "va a inmortalizar a Luis".
"El documental atraviesa su historia de vida, desde su infancia atravesada por la poliomelitis, la militancia adolescente en el Frente de Lisiados Peronistas y su posterior formación en el Partido Comunista, su desembarco en el oficio de artesano de miniaturas y las derivas legales por copiar miniaturas, hasta su partida física de este mundo dejando un saldo de adultos que crecieron a su lado que dan testimonio y continúan con su legado artesano y de resistencia."
Un legado enorme gracias al que por ejemplo yo, que crecí en Lomas de Zamora y empecé a jugar wargames en 2003, pude acceder a un juego al que antes solo podían llegar los hijos de María Julia Alsogaray.
Gracias Capitán Thule por el metal y la guerra.