Lazer, comunidad y arquitectura: el legado de Lina Bo Bardi en São Paulo

"La arquitectura no es una utopía, sino un medio de conseguir algunos fines colectivos" (Lina Bo Bardi, 1990)

Viajar a São Paulo fue como salir al espacio y vernos como las hormiguitas que somos: una perspectiva cenital que nunca tuve tan a mano. Un memento mori por antonomasia que me acomodó el eje. Fue un baño de humildad, sí, pero también uno de finitud. Un baño helado en verano, que despierta y al mismo tiempo da placer. Un baño tras el cual no quería de ninguna manera morir sin antes decir ciertas palabras, tomar algunas decisiones y hacer un montón de cosas.

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Es 2024, enero, me salta una notificación en el celular. Un mensaje de Ale (aka Bauhasaurus) que dice "Va Primicia". Abro. Es un PDF: El Brasil MODERNO. Grito. No conocía São Paulo más que a través de los ojos de Rogerio Sganzerla en su film O bandido da luz vermelha (rojo). Nunca había hecho un tour. Siempre había querido hacer un recorrido de arquitectura guiado porque cuando viajo siento que se me escapa información y falta el diálogo con alguien que sepa mucho. Camino mirando para arriba; entro a palacios, iglesias y museos; descanso en parques y plazas públicas; leo datos y curiosidades de cada sitio que visito pero no tengo con quién hacer el ida y vuelta hardcore, reconfirmar mi emoción, escuchar lo que solo alguien que estudió demasiado puede transmitir. La euforia por el mensaje de Ale es tal que no logro articular la mente para cruzar nombres y lugares. Lo cierro. Voy a ir a São Paulo sin saber nada, decido. Voy a ir esperando todo.

Ya de vuelta en casa, vuelvo a abrir ese PDF. Ahora lo que leo cobra sentido en mi mente. Tiene vida: historia, olor y forma. Lina Bo Bardi-rojo, pienso; Decio Tozzi-verde; Vilanova Artigas-caramelo; Niemeyer-blanco. No pretendo que tenga lógica instantánea para nadie que esté fuera de mi cabeza o no haya recorrido el Brasil moderno, y sin embargo son colores que ahora y para siempre me remiten a nombres, estructuras y lugares, son protagonistas en la obra de cada arquitecto.

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Hoy voy a seguir escribiéndole al rojo, esta vez para hablar de Lina Bo Bardi, los SESC, la vida en comunidad, el lazer y la pausa. Lina Bo Bardi usó el rojo como marca personal. Decía que era un rojo sangre, bombeando entre el hormigón. Es una explicación que no podés desaprender porque una vez que los recorriste, sabés que sus edificios están vivos.

Lina nació como Achillina Bo en Roma, Italia, mucho antes de la Guerra. Y tras ella migró con su esposo Pietro Bardi a São Paulo. Él coleccionista de arte, ella arquitecta. Él fascista, ella anarquista. Los dos, dicen, acusados de traidores por sus respectivos partidos. ¿Qué tanto tiene de ficción? No viene al caso, es historia para otra novela, una de aventuras. La ópera prima arquitectónica de Lina es el Museo de Arte de São Paulo, el MASP (se pronuncia maspi), una forma simple –en el sentido contrario a compuesto por su estructura de concreto y acero– y monumental emplazada en la Avenida Paulista. Su obra emblemática es el SESC Pompeia, un centro comunitario de ocio en un barrio fabril y obrero. La Fábrica de Lazer, como la bautizó Lina –nombre que no prosperó– tiene pileta, salas de teatro, gimnasio, canchas, bar, biblioteca, comedor, espacios para muestras de arte o talleres y también lugares donde hacer nada.

Hacer nada en Brasil es un bastión. Hay algo de la Dolce Far Niente italiana –es innegable la tradición tana por su fuerte inmigración–. En Brasil hablan de lazer. Lazer puede traducirse como ocio aunque sabemos ya todo lo que se pierde en las traducciones. En Brasil es un ocio activo, colectivo y placentero. No es la contemplación propia del hacer nada, tirado en la playa o en el parque traguito en mano (en la cual los brasileños, especialmente de Río de Janeiro, son nativos y promotores), pero la contiene. Es un descanso divertido y es todo lo que no es trabajo. Por eso Lina quiso asociar el lazer al espacio creado. Era un nombre que buscaba performar su uso, algo que la arquitectura superó con creces, y que su nombre actual, Cidadela da Liberdade, también representa.

SESC Pompéia

El SESC Pompéia nació como una fábrica. En 1977, a Lina le pidieron que hiciera ahí un sitio tirando abajo la vieja estructura y construyendo sobre los escombros algo nuevo. Lina en cambio eligió proteger la vitalidad que el lugar ya tenía. La fábrica, al no producir, fue ocupada por los vecinos, por equipos de fútbol del barrio y por una compañía de teatro, así que Lina expandió ese uso lúdico, barrial y colectivo.

En general, la idea de Lina partía de construir espacios inacabados que se completaran en el uso. Una arquitectura humanista que buscó el diálogo entre lo moderno y lo popular. O cómo hacer de lo moderno un lugar de encuentro popular. Así restauró y reacondicionó los edificios y galpones de la fábrica y construyó nuevos edificios incorporando dos torres de hormigón conectadas por pasarelas peatonales al aire libre, con bordes altos, sin barandas, a mucha altura. Pasarelas que impactan, dan vértigo y avivan cierta pulsión de muerte a quien se asoma al límite. Las ventanas de las torres y sus persianas son emblemáticas: en una foto, llamativas; en presencia, inolvidables. Las recuerdo y algo me palpita fuerte; es la emoción de haber estado en sitios que solo había visto en libros. 

Los SESC son iniciativas no gubernamentales de acceso público y gratuito con actividades aranceladas según el barrio donde están. SESC, pronunciado sésqui, es el acrónimo para Serviço Social do Comércio: una organización vinculada a la federación empresarial nacional, creada en la década de 1940 para proporcionar servicios de salud y actividades culturales. Los SESC están dirigidos principalmente al bienestar de sus empleados y sus familias, pero son abiertos a la comunidad en general. Y tienen de todo, incluso consultorios médicos (de lunes a sábados) y comedores a precios accesibles (irrisorios).

Es un proyecto que sobrevuela una idea poética y extinta pero ante todo pragmática: para la prosperidad de las empresas es necesaria la prosperidad de los trabajadores. Un proyecto humanista del trabajo, algo que acá nos suena a justicia social porque es también una lucha contra la expansión de los lugares sórdidos en la vida cotidiana, esos que, decía Juan Perón, crean indefectiblemente personas sórdidas. No (sí) quiero soñar en grande, y sin embargo no me queda más que imaginar un SESC en pleno Once y otro en La Matanza.

SESC São Paulo

El SESC São Paulo cuenta con 43 unidades en todo el estado, financiados por el Sistema S, un fondo fiduciario armado por empleadores industriales para el desarrollo social. Los SESC de concreto no son cáscaras sino fortalezas del ocio colectivo, custodios del lazer, condiciones materiales del afloje y el descanso. Es el gasto improductivo como política pública en edificios donde se hace una pausa de la vida injusta, del aislamiento y de las pantallas.

Es imponente la puesta en escena del hormigón como material, donde la estructura es protagonista y rompe un contexto enorme, verde y selvático. Son edificios sublimes, transitados, vivos y brutales (mas no brutalistas, que es un movimiento de arquitectura de otro lugar, otro tiempo y otro espíritu). Son unos monstruos gigantes y espectaculares de color gris con corazón blando. Llenos de gente. Una multitud que tiene de sobra espacios de reunión y congregación. Espacios de cobijo, de sombra y refugio. Espacios de lazer. Una belleza que no procura temporalidad sino la trascendencia, como lo clásico.

La alta calidad de vida también es eso, tener lugares de reunión gratuitos, que congreguen a la comunidad en actividades que mejoran la diaria. Abordar la salud mental también es generar espacios deportivos sin arancelar, con todo lo necesario para realizarse. Pensar políticas para evitar que la gente caiga en el vicio destructivo y arrasador implica crear espacios con iniciativas que literalmente te sacan del paco. No es casualidad que el SESC 24 de Maio de SP esté pegado a Crackolandia (de crack), un barrio rebautizado así por quienes lo habitan.

SESC 24 de Maio

Una fachada vincula el exterior con el interior. Puede hacerlo con muros. Puede hacerlo con ventanas. Puede hacerlo con puertas y también sin ellas, como lo hacen muchos de los edificios modernos de São Paulo. Como lo hace el SESC 24 de Maio, donde no hay puertas de entrada porque son todos bienvenidos. Como dijo el mismísimo Vilanova Artigas, "edificios que son la especialización de la democracia donde todas las actividades son lícitas". Es la continuidad del espacio la que fomenta la integración social.

El SESC 24 de Maio (2017) es un edificio de acceso público y gratuito con actividades artísticas aranceladas. Una estructura de seis pisos abordable de tres maneras: por ascensor, escaleras o rampas. Y las rampas son inclusivas no solo para el desplazamiento y la circulación: son pasillos para el ascenso y el descenso que invitan a la conversación y al saludo, al encuentro y la convivencia. Es en la experiencia abierta y fluida que ofrecen que los visitantes pueden desplazarse sin barreras y detenerse para interactuar, observar o descansar en cualquier instancia de su trayecto. Así lo pensó Paulo Mendes da Rocha (googleen y derramen lágrimas de emoción).

El anteúltimo piso, en particular, es de una belleza absoluta. Hay olor a café, ruido de pileta que se escucha a lo lejos y un recorrido de agua para mojarse los pies. En el centro, un vacío de techo por donde puede entrar la lluvia, y el piso acanalado para que al espectáculo de la naturaleza no lo interrumpa ninguna preocupación mundana. Son plazas apiladas: cada piso es una, con su temática y actividad. 

Hace un tiempo, Manuel Becerra señaló una urgencia que solo me hizo viajar de nuevo a São Paulo: "Es indispensable que las familias tengan rutinas organizadas en torno al diálogo cotidiano, al ocio colectivo. Es indispensable la palabra y la ternura. Y para eso hacen falta condiciones materiales, sobre todo, pero no sólo". Los espacios comunitarios que pasan de las inclemencias climáticas para abrirse, que invitan al ocio, al descanso y al disfrute, son ante todo un refugio.

Y entiendo que la nota y lo que describe parece una oda a lo bello (y quiere serlo), pero la arquitectura moderna de São Paulo no es solo una búsqueda técnica o estética, es un proyecto de país para el desarrollo nacional con crecimiento. Y los arquitectos de la escuela paulistana son profesionales al servicio de su Patria.

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São Paulo me cambió la vida en muchos sentidos. Me devolvió una chispa y me acercó de nuevo a esto de expresarme con la palabra. No invitar a cada persona que conozco a vivir la experiencia es guardarme un secreto que solo vive a voces. São Paulo es caos, y en ese caos es naturaleza viva y en movimiento. Porque moverse, movilizarse, es seguir viviendo. Escribí varias cosas más acerca del viaje, las pueden leer en mi medium: https://medium.com/@agustinasojit/

También pueden viajar para inspirarse, síganlo a Ale Csome. Quien, como entiende los límites de la realidad, por supuesto que no iba a dejar a nadie afuera: el viaje se filmó por completo, lo grabó y editó Fran con un ojo lúcido y generoso, para que todos, donde sea que estén, puedan vivirlo.