Podemos hallar trazos de "la verdad" incluso en las situaciones más crueles de la vida. Como dice David Mamet, los humanos nos contamos historias porque con ellas aprendemos cosas sobre la vida. Quizá, de hecho, no haya mayor propedéutica hacia las verdades universales de la existencia que la tragedia.

Corría el verano de 2016 y la costa argentina fue la representación de un drama que no tendría consecuencias directas pero cuya influencia nos acompaña hasta el día de hoy en forma de parábola.

En la mañana del día 16 de febrero un delfín de la especie Pontoporia blainvillei (también conocida como Franciscana o Tonina) apareció en las costas de la playa, creo, de la ciudad balnearia de Santa Teresita. Esta especie es natural del estuario del río de la plata y sólo se la encuentra en las costas de Argentina, Uruguay y Brasil. Fue declarada “monumento natural” de la Provincia de Buenos Aires el 17 de noviembre de 2017 por la ley 14992, a raíz del incidente que describiré a continuación.

Para el ritmo bucólico de la costa atlántica en general y los balnearios cercanos a la Bahía de Samborombón en particular, la aparición de un delfín, aunque no sea más que un ejemplar pequeño, es un evento de considerable magnitud. El equivalente a ver un unicornio para un campesino de la edad media, un hecho mágico capaz de destruir la monotonía costera producida por la arena, los churros y el agua marrón. 

Si bien, lo propio hubiera sido devolverlo al agua, las personas que rodearon al animal, no pudieron hacer otra cosa que dejarse llevar por la algarabía y celebrar este evento único como lo haría cualquier argentino: subir al animal por encima de los hombros y pasearlo cual jugador de fútbol que acaba de coronar un campeonato ¿Quién no se hubiera dejado llevar por la tentación de dar la vuelta olímpica en las playas de Santa Teresita con el delfín a cuestas?

Pero, oh crueldad, el delfín necesitaba volver con urgencia a su hábitat natural. La piel gruesa y grasosa de la especie que le proporciona calor en las frías aguas de la costa bonaerense, es una trampa mortal en tierra. Como era de esperar, el delfín murió.

He aquí la tragedia: quienes enarbolaban al delfín como un trofeo no se percataron de que su asombro, fascinación y por qué no, genuino amor por el cetáceo, lo estaba matando. Así, argentina logró una de las fotos más increíbles de los últimos tiempos y que resume, de alguna manera, nuestra relación con los ídolos: matarlos de amor.

En el neolenguaje argentino contemporáneo a esta paradoja la suelen llamar "toxicidad". Una relación tóxica es aquella que producto de la fascinación mutua provoca un incesante dolor. En este caso, no hubo fascinación mutua pues la pobre tonina no es pasible de consentir siquiera aquella vuelta olímpica. si hemos de ser precisos esto fue, lisa y llanamente un delfincidio culposo.

En este sentido y siguiendo de alguna forma la idea de "selección natural" de Darwin, podemos decir que en el caso del Delfín habitante de la costa atlántica argentina, su simpatía y belleza fueron una desventaja evolutiva. Llamar la atención de muchos argentinos, puede ser letal.

Delfines Digitales

Ahora bien, lo simpático de este comportamiento es que no se limita solamente a la costa atlántica y a los delfines, si no que en el plano digital se repite de forma constante. Dada la dinámica de las redes sociales donde los usuarios compiten todo el tiempo por la atención de sus pares y aquellos que mejor lo hacen son premiados material o simbólicamente, la delfinización es un peligro constante. 

Podemos definir la delfinización como una parábola. Tanto en sentido literario como en sentido matemático. En su sentido literario lo podemos remitir a los relatos aleccionadores, o relatos con moraleja, muy comunes por ejemplo en los evangelios. Parece que el propio Jesús tenía una obsesión con este tipo de relatos e iba por ahí explicando a sus pares en qué consistía el reino de dios con estas metáforas. “La parábola del hijo pródigo”, “la parábola del buen samaritano”, “la parábola de los talentos” y otras tantas que cualquier persona expuesta a la doctrina cristiana/católica puede recordar fácilmente. En cambio en el sentido matemático la parábola representa una curva con una característica muy clara de cierta simetría si es cortada al medio por un eje vertical. La wikipedia dice al respecto “En geometría proyectiva, la parábola se define como la curva envolvente de las rectas que unen pares de puntos homólogos en una proyectividad semejante o semejanza”.

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Si algo tiene una subida parabólica, es esperable que tenga un descenso parabólico. 

Twitter se volvió un terreno fértil para la delfinización de algunos usuarios. El caso más significativo que vivimos este año y el que alimentó la creación de este posteo, en primer lugar y este artículo, en segundo lugar, fue la aparición de "el niño de las tortas". 

Joaquín Nahuel es un niño que se dedica a la repostería y que empezó a ganar notoriedad en las redes sociales a principios de 2021. El niño reunía una serie de condiciones para ser objeto del amor del público: era un niño, hacía unas tortas increíbles, había tenido un accidente donde una parte de su cuerpo se había quemado y venía de una familia muy humilde. Parecía que el objetivo del niño era con la venta de las tortas pagar una cirugía reconstructiva. Hasta aquí, la historia parecía una película de Fellini.

La aparición de Joaquín coincidió con el gran éxito de Masterchef, un reality show de Telefé donde los participantes debían cocinar platos complejos bajo la mirada de un jurado muy estricto. Uno de los jueces y el más querido por el público, Damián Betular, era especialista en pastelería. 

Este conjunto de hechos fortuitos hizo que una cantidad insólita de usuarios de la plataforma comenzaran a demostrar su amor, oh no, al niño. Con esto no habría ningún problema pero como hemos visto más arriba el amor de muchos argentinos a la vez puede ser letal. El niño tuvo un ascenso meteórico, conoció a diferentes famosos que le pidieron tortas como Carlos Tevez, Wanda Nara, Carmen Barbieri e incluso al propio Betular.

Junto con esto empezaron a levantarse algunas preguntas respecto de si estaba bien que un niño trabaje, que tenga tanto nivel de exposición en redes, cuál era el rol del padre y la madre en todo el asunto, en fin, una serie de debates infinitos típicos de twitter. La llegada a la televisión era un indicador de un ascenso vertiginoso.

Al poco tiempo de haberse vuelto una especie de mascota preferida de las redes sociales, el niño de las tortas abandonó la plataforma. Parece que el usuario @sangrexeneize hizo un chiste respecto al desempeño de Boca Juniors simulando ser el niño de las tortas. La sutileza no fue del todo captada por el niño o quién usaba las redes por él y sucedió lo inevitable. Tratando de reparar su error, @sangrexeneize soltó la sentencia definitiva “disculpá joaquín, te amo”. La parábola se había consumado: la sobre exposición repentina causó un movimiento simétrico. Una caída tan repentina y estrepitosa como el ascenso. 

Este es un patrón que inevitablemente se repite, no sólo en Twitter, si no en otras redes sociales. Aparece un usuario que por alguna razón parece simpático, entretenido, divertido o sencillamente atractivo. La gente empieza a festejarlo, eso genera un bucle de retroalimentación: el usuario, montado en su popularidad, comienza a generar más atracción. Los nuevos usuarios impulsan aún más su popularidad. Hasta que inevitablemente la sobreexposición genera algún conflicto. Aquí aparece el temple de cada usuario. El conflicto o bien puede fortalecer el crecimiento del individuo o puede enterrarlo. Quizá el primero en haber sufrido esta parábola fue Hugo Basilota, el dueño de Guaymallén, quién empezó su ciclo alcista como un simpático boomer generoso en regalar alfajores, pero que luego tuvo un conflicto con un influencer que desató un lado no muy celebrado en las redes sociales. Cabe destacar que en el caso de Basilotta, el usuario buscó activamente esa exposición por lo que podemos hablar de delfinización auto inducida. 

El último o más nuevo caso de delfinización que tengo en mente es el de “Toto” Massa, hijo del ministro de economía Sergio Massa. Toto apareció en redes como una especie de interlocutor o nexo entre cierta juventud tuitera/influencer y su padre. Con la llegada del mundial Toto se fue a Qatar con el objetivo de cubrir el mundial hasta que un usuario descubrió que el sponsoreo de la aventura venía de la mano de YPF, por lo que “Toto” cayó bajo el poder de fuego del ala libertaria de Twitter al grito de ñoqui, etc etc.  Ascenso meteórico y descenso simétrico.

Así que queridos lectores ya saben, si por alguna razón en algún momento se encuentran en el foco de las redes sociales y de la nada una horda que dice amarlos, lo mejor que pueden hacer es bajarse de la hombros de quienes dicen amarlos y volver un rato al mar, o al hábitat natural que les corresponda. 

Eviten el destino trágico del monumento natural de la provincia de buenos aires.