En la trilogía Fundación uno de los clásicos literarios de la ciencia ficción escrita por el maestro Isaac Asimov, el protagonista Hari Seldon inventa la psicohistoria: una nueva ciencia que mezcla matemática, estadística y psicología que tiene por objetivo predecir el comportamiento humano. La psicohistoria funciona para predecir los movimientos de grandes cantidades de población, es decir, de la "masa", su límite epistémico es el comportamiento individual, que no puede ser predicho.

A partir de las predicciones psico históricas, Hari Seldon descubre que el imperio galáctico se encamina a una inexorable disolución y a un período de anarquía de trescientos siglos. La única chance de supervivencia que le queda a la humanidad es acortar el tiempo de esa anarquía a un milenio mediante la creación de la “Fundación”.

Pero hay un problema. Existe la posibilidad de que la fundación fracase. Esto se debe a la potencial existencia de un individuo impredecible con alta capacidad de distorsionar la realidad y el destino histórico. Una anomalía, que en el libro lleva el nombre de "el mulo". Si llevamos esta analogía al terreno político argentino ¿Es acaso Javier Milei el equivalente al mulo para el sistema político argentino? Veamos.

A raíz de su aparición mediática, el economista libertario Javier Milei ha sido sometido a una serie de análisis y artículos periodísticos que intentan capturar o explicar el fenómeno. Desde tratarlo como un fenómeno meramente mediático (en virtud de sus horas de exposición en la TV, que son altísimas), como un outsider sin posibilidades reales de ganar elecciones, incluso como un bufón. También se lo ha intentado explicar a partir de rasgos compartidos con otros políticos, con otros partidos, con otras tradiciones ideológicas. Cómo una mera reaparición del discurso antipolítico de los años noventa, como un revival de la UCD o como un mero economista excéntrico sin anclaje en la realidad cotidiana. Incluso no faltan los trasnochados que quieran explicar a Milei desde la dudosa categoría de  "consumo irónico". Pese a que cada análisis captura algún escorzo del fenómeno Milei (y tratar de explicar por qué es un personaje tan atractivo) en general estos análisis adolecen de un factor fundamental: tomarlo en serio. Vamos a intentar subsanar ese error.

Javier Milei se define a sí mismo como libertario, un término problemático porque en la tradición hispanoparlante libertario es sinónimo de anarquista y es a la vez traducción literal del término anglosajón "libertarian", lo cual hace que se superpongan dos conceptos que en principio son irreconciliables. La traducción más ajustada debería ser libertariano para distinguirlo de los anarquistas clásicos, dado que estos tenían como programa político la abolición de la propiedad privada. Si los viejos anarquistas como Buenaventura Durruti o Severino Di Giovanni se vieran ubicados en el mismo tándem ideológico que Milei, se levantarían de su tumba y volverían a morir. A diferencia de los anarquistas clásicos Javier Milei es un naturalista de la propiedad privada al modo de John Locke. Para el filósofo inglés la propiedad privada es preexistente al contrato social, y por lo tanto al estado y de esta forma tiene una "prioridad ontológica", es decir que es posible la existencia de la propiedad privada sin la necesidad de la existencia del estado, mientras que para otros pensadores, Marx entre otros, la existencia del estado moderno funda a la propiedad privada. Para una gran parte de la biblioteca político-filosófica no hay propiedad sin orden jurídico, sin estado. Por eso, para toda la tradición izquierdista la eliminación del estado llevaría a la abolición de la propiedad privada. Y en su versión positiva, el estado puede hacer lo que se le dé la gana con la propiedad privada pues esta existe gracias al orden jurídico garantizado por los estados. Es una discusión que acá no vamos a reponer ni a resolver pues es bizantina. Sencillamente señalamos la dicotomía.

La novedad que presenta en términos políticos es la de traer la idea de liberalismo austríaco al menú político argentino. Nobleza obliga, yo desconocía por completo a la escuela austríaca hasta la aparición de Javier Milei. Básicamente lo que propone la escuela austríaca es lo mismo que el libertarianismo, o para ponerle una etiqueta nueva el “Maximalismo Lockeano”: ausencia de estado pero permanencia de la propiedad privada. Todo economía de Laissez Faire. Cuando surge la pregunta de cómo habría de sostenerse la PP en un marco donde no hay estado la respuesta es cuasi obvia: por la fuerza. De ahí el matrimonio ideológico entre libertarios y armas. Las armas son, en definitiva, la garantía final de la propiedad privada y, por lo tanto, de la libertad. A esta idea también se la conoce como Anarco Capitalismo y su insignia es una bandera amarilla y negra. Como los taxis de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ¿Coincidencia? No lo creo.

Sumado a esto, Milei construye otra operación ideológica bastante eficiente y es la de unir esta tradición anarco capitalista, en apariencia completamente extranjera, a una tradición local. Y no a cualquier tradición local, sino a la de los "padres fundadores" de la Argentina. En especial a Juan Bautista Alberdi, responsable de escribir la Constitución de 1853 y un reconocido liberal que, a su vez, tomó sus ideas de los "padres fundadores" de Estados Unidos. Pero este linaje no termina ahí, sino que sigue con los gobiernos de la generación del 80 (Sarmiento, Avellaneda y Roca), con los gobiernos conservadores de la década del 30, con el pensamiento de Alberto Venegas Lynch, con la UCD y finalmente con Domingo Felipe Cavallo. De esta forma Milei intenta crear un clivaje claro: siempre que Argentina siguió las ideas del liberalismo económico, fue un país próspero. Siempre que se perdió en la nebulosa de los gobiernos populares como Irigoyen, Perón, Alfonsín y los Kirchner, naufragó en las aguas de la emisión monetaria y el gasto público. A partir de este clivaje, o línea demarcatoria, Milei puede mostrar que la tradición liberal es tan Argentina (e incluso más aún que) el propio peronismo "Los días más felices siempre fueron anarcocapitalistas". 

La aparición del fenómeno Milei es indisoluble de su contexto. Desde el año 2011 Argentina vive en un estado de crisis permanente. En la misma década que su modesto vecino Bolivia con un modelo social inclusivo y disciplina fiscal duplicó el PBI, Argentina lo mantuvo igual. Claro, es mucho más fácil duplicar algo que es bajo, es cierto. Sin embargo, el promedio regional de la década estuvo cercano al 1.5% anual mientras que Argentina no pudo crecer nada. Una década sin crecimiento real, es mucho para cualquier país y para cualquier sistema político. Así como se argumentó que hubo una década ganada, también podemos hablar de una década perdida. 

En el período que va desde el segundo mandato de Cristina Kirchner hasta la actualidad hubo tres gobiernos con resultados malos: devaluación de la moneda, destrucción de las reservas internacionales, estancamiento del PBI, crecimiento de la deuda en pesos, crecimiento de la deuda en dólares, destrucción del poder adquisitivo de los trabajadores y aumento de la pobreza.

Sin embargo, cuando a los dirigentes políticos se les pregunta por este bajo rendimiento en términos de gestión, dependiendo el signo político, la respuesta es más o menos es la siguiente: la culpa es del anterior. Para Alberto la culpa del desastre es de Macri, para Macri de Cristina. En algún punto todas esas oraciones son verdades parciales.

Alberto heredó un país con un problema grave de deuda pero la falta de decisión política minó todos los intentos de recomponer la economía. Macri recibió un país con fuertes desequilibrios macroeconómicos pero con bajo endeudamiento. En vez de bajar el déficit fiscal lo financió con deuda en dólares. Y Cristina había recibido de sí misma un país con bastantes indicadores positivos pero ciertos desequilibrios a resolver como eran el gasto público, la emisión que lo financiaba y la masa de subsidios a la energía.

Otra respuesta, un poco más aggiornada pero igual de sistémica es la del fracaso como consecuencia de la falta de consensos de largo plazo. Esta es la tesis compartida de la “nueva ola” de políticos profesionales. Si pensamos en Cristina y Macri como una “vieja guardia”, los "sucesores naturales” de ambos espacios serían Larreta y Sergio Massa. Ambos candidatos se consideran a sí mismos interlocutores válidos del otro, es decir que ambos creen representar una oposición "constructiva" y de consensos a largo plazo, el tan mentado "pacto de la moncloa" argentina. Algo que se viene repitiendo como mantra dentro de sectores más conservadores del peronismo como el Duhaldismo, Miguel Angel Pichetto, y toda esa runfla. Sin embargo, quizá esa tesis haya llegado demasiado tarde. No por que no sea cierta, si no porque quizá la política profesional ya no tiene más margen para implementarla. En este sentido la percepción de cierta parte del público, salvo de los núcleos de cada frente electoral que efectivamente compran la tesis de que “la culpa es del otro”,cree que la responsabilidad de la debacle económica argentina, es compartida por toda la dirigencia.

Javier Milei ha logrado capitalizar este sentimiento de fracaso permanente de forma excepcional y sin ello no existiría como figura política. Es en este contexto, que Milei explota como fenómeno y hace su aparición cuestionando al sistema en su conjunto. Esta operación es fundacional en la estrategia del economista dado que intenta establecer una nueva línea divisoria, una nueva "grieta" (tal es el nombre publicitario/periodístico de la dicotomía que ordenó la política desde el 2003 hasta acá es entre el campo "nacional y popular" y el campo, digamosle ,"republicano") y con ello intentar redefinir el mapa político actual. Este es el objetivo de máxima de Javier Milei y podemos bautizarla como la “tesis maximalista liberal” (TML) . Esta dicotomía plantea que por un lado está el establishment político (FdT y JxC), responsables conjuntos del desastre económico y por el otro lado la única opción viable: el anarcocapitalismo moderado de Javier Milei. El propio candidato ha dicho que como el anarco capitalismo en su estado puro es impracticable y su segunda opción más viable es el minarquismo.

Lo paradójico del gesto fundacional de Miles es que contrario a lo que el propio economista estaría dispuesto a aceptar es un gesto típicamente populista tal cómo lo caracteriza Ernesto Laclau en "la razón populista" dónde la fractura, la división, es decir, la creación de un "ellos" y "nosotros" no es sólo algo meramente discursivo sino el fundamento de lo político. Y es en ese sentido un heredero estratégico de quiénes hicieron esto allá lejos por 2005: el matrimonio Kirchner. Con la primera candidatura de Cristina a Senadora por la Provincia de Buenos Aires y el consecuente desplazamiento del centro de poder del peronismo de Eduardo Duhalde a Néstor Kirchner, el matrimonio se convertía en el nuevo centro político del país fundando una "grieta" que definiría al espectro político hasta hoy en día. Incluso los más acérrimos opositores al Kirchnerismo, la coalición JxC termina aceptando esos términos y constituyéndose como adversarios del Kirchnerismo, pero sin disputar el campo de batalla. JxC se asume completamente antikirchnerista y con ello consuma la victoria electoral de 2015 pero a la vez concede la tesis de la centralidad kirchnerista. Es por eso que una vez que obtiene la presidencia Macri no puede deshacerse de Cristina, porque esa dicotomía era fundante para JxC. Este efecto se vería desplegado con muchísima fuerza durante el mandato de Macri donde la sombra del retorno de Cristina creció cada vez más hasta convertirse, casi, en una profecía autocumplida.

Y esta tal vez esta sea la, para nada despreciable, novedad que representa Milei. Bueno, para Milei nacionales y republicanos son lo mismo, son parte del mismo bloque y él representa lo nuevo. En este sentido habría una nueva grieta entre el establishment político (entendido como el conjunto de los políticos profesionales,  Kirchnerismo y Macrismo) y Javier Milei o el slogan“las ideas de la libertad”. 

Aunque es muy prematuro como para afirmarlo de forma taxativa, esta nueva dicotomía parece empezar a permear a los diferentes estratos del establishment político. Desde hace algunas semanas diferentes portales de noticias se hicieron eco de una encuesta que circuló dentro del ámbito político (la roscósfera podríamos decirle) que señala a Javier Milei como el candidato con mejor imagen positiva y en segundo lugar, Horacio Rodriguez Larreta. Pero la respuesta del conglomerado político/mediático llamado Juntos por el Cambio no tardó en responder. Esa misma semana Baby Etchecopar salió a pegarle a Milei, luego habló Lousteau y por último el recién incorporado a las filas cambiemitas Martín Tetaz. Pero esto no es todo. Ni lerdo ni perezoso Macri aprovechó su desastroso desempeño en el Bridge para intercalar dos fotos de alto voltaje: foto con el mismísimo Donald Trump, y foto con Michael Saylor algo así como el "gurú" del empresariado bitcoiner. Este gesto de Macri significa dos cosas: la primera que parece ser que Marcos Peña aún tiene signos vitales y la segunda que toda la dirigencia del Pro sintió el gancho de la encuesta.

Estas respuestas pueden ser caracterizadas como del tipo sistémicas, es decir por partes de políticos profesionales quienes tratan de demostrar que el candidato anómalo no tiene el suficiente expertise como para competir con ellos. Algo así como el sistema inmune de la política intentando eliminar a un agente foráneo. Sin embargo, estas respuestas son, a mi entender, un factor clave para el ascenso de candidatos como pueden ser Boris Johnson, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Mateo Salvini, Vox en España y un largo etcétera. 

¿Por qué? Porque tienen el efecto contrario al que buscan: las declaraciones buscan descalificarlo, pero la descalificación es síntoma de que lo consideran un enemigo al menos considerable. Hasta hace apenas unos meses ni siquiera lo era. Es este mecanismo paradojal el que propulsa a este tipo de candidatos hacia arriba en las encuestas. Cuánto más se los intenta denigrar, más se confirma la percepción del público de que el candidato es efectivamente una amenaza para el establishment. De hecho, los seguidores de Milei tienen un cantito que explicita esto y consta de "la casta tiene miedo". Estas respuestas ya se habían visto en la etapa previa a la elección pasada cuando se decía que Milei era "solamente" un fenómeno mediático y quedó claro que no lo es. 

Otro factor para nada desdeñable dentro de la anomalía Milei es el anticomunismo. Un tópico que exploramos en otros artículos como este, este y este; pero que se ha convertido en una marca de identidad para un montón de jóvenes con fuerte exposición a foros de internet como pueden ser Reddit, 4chan, Rouzed, Hispachan, y un largo etcétera. Si bien en su versión más literal el anti comunismo parece la resurrección de la retórica como lo fue la guerra fría, la etiqueta de “comunista” funciona como una metáfora de aquellos que proponen una fuerte intervención del estado en la economía. Si bien el uso puede ser metafórico en algunos casos, en otros pareciera ser absolutamente literal, lo cual suele generar todo un tópico de discusiones y en general decanta en lo estúpido de quién aplica mal el término. Lo cual también es contraproducente pues el objetivo de esta resurrección de la categoría “comunista” no apunta a discutir que fue y/o es el comunismo sino a cuáles son los niveles de intervención estatal tolerables para la sociedad civil. De nuevo, Milei tiene el high ground moral porque los altos grados de intervención en la última década se han mostrado, de mínima, ineficientes. Cualquier fuerza del establishment político tendrá que lidiar con  este meme que está en auge para caracterizar a todos los gobiernos de corte estatista. En definitiva, la función del meme "que boludos son los comunistas" intenta demostrar que la intervención estatal no tiene efecto positivo alguno en la economía actual. 

Cabe señalar el peligro latente también en el meme “anticomunista” y es que quienes suscriben a esto también son propensos a cruzar los límites democráticos y reivindicar de forma explícita o subrepticia la dictadura militar de 1976. Si bien no es una relación directa, tampoco es un fenómeno para dejar pasar. 

Nada de lo arriba expuesto puede tomarse como un intento de predicción electoral. El éxito o fracaso de la estrategia de la TML depende en definitiva del tiempo histórico y de millones de factores que pueden (o no) alinearse para dar un triunfo electoral. Hoy por hoy la posibilidad de un triunfo electoral parece algo imposible. Sin embargo, recordemos que ese sentimiento fue el mismo que acompañó todas las campañas de Trump, Bolsonaro y el Brexit. Claro que esto no es suficiente, si no cualquier candidato inviable podría ser un potencial Donald Trump.

Pero lo que es importante para nosotros es que si más allá del futuro electoral la anomalía Milei tiene capacidad de reconfigurar al sistema político o no. Es decir, si su operación ellos-nosotros es exitosa. Pensemos que si bien Donald Trump perdió las elecciones, el Trumpismo sigue allí: desde los márgenes más cringe como Q-Anon, los antivacunas y conspiranoicos de todo tipo hasta quienes hacen una reivindicación pragmática de la política exterior norteamericana en tiempos de Trump. Hoy la divisoria de aguas establecida por el ex presidente parece seguir allí. Claro que Trump perdió una elección siendo presidente.

Y la permanencia o no de un “campo liberal” depende de otro factor también explicitado por Laclau que son las demandas insatisfechas que un político puede articular. No sólo es necesaria la existencia de una división entre un “ellos y nosotros” sino crear una cadena que articule demandas insatisfechas: esto es reclamos legítimos dentro de la sociedad civil que por su persistencia histórica terminan siendo un núcleo de participación/organización ciudadana. A vuelo de pájaro Milei parece articular varias demandas como pueden ser la inseguridad, la posibilidad de conseguir un trabajo, la necesidad de que haya un horizonte de progreso, el control de la inflación, la pobreza y un largo etcétera. Milei articula estas demandas en tanto que la solución a las mismas sería aplicar políticas liberales que a) bajen la emisión monetaria b) bajen los impuestos al trabajo y por lo tanto aumenten los salarios c) reducción de la inflación vía disciplina fiscal/monetaria d) fin de los privilegios para la “casta” política.

Lo novedoso de Milei es que a diferencias de las opciones "moderadas", Milei eligió el camino de ir directo hacia el extremo ideológico más opuesto al peronismo, algo que el resto de las fuerzas políticas profesionales (UCR;PRO,FIT) siempre manejan en términos más difusos. En general las fuerzas no peronistas suelen conceder que los objetivos del peronismo están bien, pero las políticas implementadas son malas o deficientes. Milei directamente sostiene que el peronismo conceptualmente está errado. Esta estrategia, sumada a su negativa a unirse a una estructura tradicional, a su convencimiento ideológico y su particular forma de comunicar significan un desafío para el resto de las fuerzas políticas, principalmente por la aceptación de las ideas de Milei en la juventud sub 25, quienes a vuelo de pájaro han vivido casi un la mayor parte de su vida bajo gobiernos peronistas, es decir, pro intervención del estado.

Los análisis más simplistas pueden hablar de triunfo de la "antipolítica", que todo ha sido una implementación mediática "de arriba hacia abajo" y que Milei es el candidato del establishment mediático-económico. Creo que es una lectura errónea. Creo que Milei cuenta con una militancia muy activa y que en general desarrolla estrategias del tipo “de abajo hacia arriba”. Para ello voy con un ejemplo: durante la elección de diputados, los militantes de Milei lanzaron en internet algo que bautizaron "operación cocker". El término cocker surge a partir del tuit del usuario @heraldobosio donde describe al fenotipo "vieja macrista" como sujetos con “pelo de cocker y la mirada perdida de Kurt Cobain”.

El objetivo de la Operación Cocker era justamente hacerle creer a través de memes de bajísima calidad a las viejas macristas que Macri apoyaba a Milei y no a Maria Eugenia Vidal (candidata de Larreta).  Así, empezaron a copar diferentes grupos de Whatsapp y Facebook de viejas y/o viejos macristas (a los que distinguían como Raules y Mabeles) donde compartían los memes en cuestión. Una operación de "astroturfing" (instalación de memes o términos de forma intencionada pero que simulan ser "orgánicos") digna de la CIA en los años 60. Este es un ejemplo del nivel de compromiso de la militancia de Milei y de la relación más que fluida entre el candidato y las comunidades online. Milei ostenta el para nada despreciable título de ser un candidato bendecido por internet. Algo que se puede ver en la permanente proliferación de memes que lo tienen a Milei como centro, donde lo muestran como el mesías, como el hombre gris de las “profecías” de parravicini, con el gorro de boca (Milei es de boca) o tomando un vino en cartón. O lo que sucedió en respuesta a las expresiones de Alejandro Catterberg que dijo que el voto de Milei estaba compuesto por “motoqueros de Rappi”. Contrario a la tradición del liberalismo argentino que siempre pareció referenciarse en la aristocracia o la clase alta, Milei experimenta una increíble popularidad en sectores de bajo poder adquisitivo, logrando de alguna forma una alquimia que parecía imposible: el liberalismo “popular”. Todos estos factores deberán ser tenidos en cuenta pues jugarán un rol clave en la elección presidencial.

Si bien luego de años de gobiernos más o menos estatistas, el giro radical hacia una política minarquista parece medio tirada de los pelos, no hay que dejar de prestar atención al antecedente de la hiperinflación alfonsinista. Cabe recordar que la convertibilidad fue una respuesta a la peor crisis de inflación de la historia argentina. Hoy ese escenario, pese a lo que un montón de economistas señalan como inexorable, no es el mismo, pero tiene un "parecido de familia": una dirigencia política que parece no encontrarle solución al eterno problema económico de Argentina. Y el único político que pareciera  reunir las condiciones para ser candidato y patear el tablero, no es sino el economista del raro peinado nuevo. Y quizá eso sea lo que cierta juventud ve en Milei: la necesidad de probar una solución radicalmente distinta a la política económica de los últimos once años. El cambio drástico viene antecedido de una crisis aguda.

Finalmente y para cerrar este extenso artículo vuelvo a la pregunta del principio, para concluir que Milei es de alguna forma una figura anómala en la política argentina, pero que esa anomalía no es perjudicial para el candidato (tal como intentan mostrar las respuestas sistémicas) si no todo lo contrario, su carácter anómalo es su principal ventaja. También existe la posibilidad de que toda esta elucubración no es más que una producto de una mente sobreexpuesta a internet, por qué no. Sin embargo, considerando que así sea y que el proyecto político de Milei sea un fracaso ¿Que va a pasar con la juventud anarco capitalista y "anticomunista" de argentina?