Jackpot. Murder 8. Apache. Dance Fever. Goodfella. Tango & Cash. DROGA ZOMBIE. Son épicos absolutamente todos los sobrenombres de la jerga del fentanilo, el opioide sintético de uso médico controlado como analgésico para casos de dolor extremo que, por fuera del ecosistema clínico, se convirtió en uno de los grandes problemas de drogas ilegales / adicciones de la época. Varios de esos motes tienen relación con alguna representación de las falopas duras en el cine o la TV y no parece ser algo caprichoso: el efecto es tan zarpado que hay que buscar parangón en esas escenificaciones exageradas de las sobredosis en pantalla, más que en cuantificaciones difíciles de dimensionar, como que sea 100x más fuerte que la morfina.

La droga activa un tipo específico de receptores nerviosos en el cerebro, produciendo una alteración en la percepción del dolor y de las emociones. Inyección de dopamina, sensación de recompensa, altos niveles de dependencia, síndrome de abstinencia, disquinesia, alucinaciones sensoriales y espasmos involuntarios. Todo junto. Y empeora: su consumo sostenido por fuera del ámbito clínico acaba en degradación física y, muchas veces, en la pérdida de todo lazo no sólo social, sino con "la realidad". De nuevo: LA DROGA ZOMBIE. Pero de qué se trata.

Qué es el fentanilo

El fentanyl o fentanilo es un opioide sintético, un preparado químico que busca replicar los efectos terapéuticos de opioides naturales como la morfina. Su fórmula química es C22H28N2O. Es decir, nada más y nada menos que una combinación específica de carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno. Existe una variedad de sintéticos armados con esos elementos, dentro de los cuales en Argentina los más conocidos suelen ser la metadona o el tramadol.

En su uso establecido, el fentanilo es requerido en el ámbito hospitalario –al igual que derivados como el sufenanilo, el alfentanilo o el remifentanilo– para las anestesias prequirúrgicas y para la analgesia de los postoperatorios, así como para su prescripción para el tratamiento del dolor crónico o episodios de dolor muy agudo donde otros analgésicos, incluso la morfina, se quedan cortos.

Contexto actual del fentanilo

El fentanilo aparece no sólo como un desarrollo indispensable de la farmacéutica de la segunda mitad del siglo pasado por sus capacidades analgésicas, sino también como un problema en ciernes, principalmente en Estados Unidos, donde hay una regularidad cercana a las 100 mil muertes por sobredosis al año, de las que el fentanyl viene ganando cada vez más cuota. Las imágenes de yanquis zombificados por el uso "recreativo" de este opioide sintético son cada vez más comunes en medios y redes; así como la inclusión de esa droga en canciones, películas y juegos.

A nivel mundial, el uso del fentanilo no está prohibido –de hecho se lo usa en otras industrias por fuera de la farmacéutica– pero sí está regulado de forma bastante intensa. Sólo se lo prescribe bajo supervisión médica, con seguimiento frecuente –por no decir permanente– y reevaluaciones constantes para continuar el tratamiento. Incluso administrado por profesionales de la salud, su uso puede generar dependencia. Pero su conumo de forma no controlada ni cuidada puede llevar a sobredosis y a la muerte. Por eso, muchos gobiernos han extremado las regulaciones para su ingreso, circulación y uso en los sistemas médicos de sus países.

Breve historia del fentanilo medicinal

El doctor belga Paul Janssen, de la Janssen Pharmaceutica, dio con la combinación del fentanilo por primera vez en 1959, mientras testeaba fórmulas analgésicas que fueran más efectivas para el tratamiento de dolores crónicos y/o intensos. Su potencia permitía administrar dosis más bajas en gramaje, con resultados ampliamente superiores en el tratamiento del dolor, por lo que luego de algunos años de investigación terminó incorporado a la farmacopea legal, bajo controles estrictos de almacenamiento y distribución, y con obligada supervisión profesional en su uso.

En 1968, la Food and Drug Administration –nombrazo– de Estados Unidos aprobó su uso en los cócteles anestésicos típicos de los procedimientos quirúrgicos. Durante los '70 y '80 su uso se fue volviendo cada vez más común en el ámbito hospitalario, tanto en operaciones y postoperatorios como en el tratamiento de dolores crónicos o episódicos intensos (dolor agudo encimado a un dolor crónico de base; una masacre total). Finalmente, en las últimas décadas vimos su desembarco en todo tipo de formatos, como sprays nasales o pastillas que se disuelven en la boca.

El problema del uso no controlado

Y así también empezó a crecer su uso "civil", ya que no podríamos considerarlo "recreativo" si vamos al sentido de ese término. En sus primeras décadas, el fentanilo fue un secreto a voces entre médicos y anestesistas con la suficiente experticia como para usarlo de forma particular con cierto umbral de riesgo controlado. Eso no evitó que de todas formas se dieran los primeros casos públicos de sobredosis por fentanilo. A partir de los '90, este uso y abuso ya se había corrido del ecosistema médico y pasado a las calles, luego de la popularización durante los '80 del polvo China White, un análogo (alfa-metilfentanilo) muy fuerte y muy adictivo.

La clandestinidad de los laboratorios de los 2000, permitida porque el fentanilo se puede producir en espacios chicos y en cantidades bajas por su impresionante potencia gramo por gramo, fue dando paso ya desde mediados de los 2010 a un escenario a cielo abierto, un panorama combinado de problemas con drogas sintéticas que en Estados Unidos se conoció como la Guerra o la Crisis de los Opioides. La llegada definitiva del fentanyl a la calle, visible especialmente en las grandes ciudades estadounidenses, como Nueva York o Los Angeles, dos de las más afectadas.

Dosis bajas y tolerables de fentanilo se comercializan legalmente en una variedad de formatos, que van de parches transdérmicos o comprimidos para el dolor crónico a inyecciones de anestesia para dosis de crisis, pasando hasta por sprays nasales para cuidados paliativos. Todas estas presentaciones son de venta controlada, y se dispensan excluyentemente por indicación médica archivada.

Pero en el black market, el fentanilo viene en la forma de un polvo blanco. De ahí que lo llamen Heroína Blanca. También viene en versión líquida. Una dosis regular en esas "presentaciones" cuesta unos 5 dólares. Después se lo esnifa, con una rápida entrada al torrente sanguíneo por vía nasal. Otro modo exprés de conseguir el efecto es con una inyección intravenosa (o variantes menos efectivas como la intramuscular o la subcutánea). A veces se lo ingiere por boca, mezclado con otros fármacos o en forma de pastillas, aunque el efecto se vuelve lento y genera un notable estrés hepático. Y también se lo puede fumar mezclado con otras sustancias o en forma de cristales, con pésimas repercusiones para el sistema respiratorio. Hasta hay quienes desarman los parches de venta legal para inhalar, comer o inyectarse ese gel diluido.

Los efectos del fentanilo

Cualquiera que haya tomado un tramadol o dormido al lado de alguien que lo haya hecho puede dar fe del nivel de desactive corporal que genera, una mezcla de relajación por el freno del dolor con lo que pareciera ser el adormecimiento sistémico del cuerpo y la mente, un estado de stand by profundo. Bueno, la morfina es muchísimo más fuerte que el tramadol, y se estima que el fentanilo puede ser hasta 100 veces más fuerte que la morfina.

El efecto es inmediato. Sin progresión. De pronto, la combineta de C22H28N2O te dio una patada paralítica en la cabeza sin avisarte. Ese momento suele estar acompañado de una gran euforia, propia de la notable gratificación de que un dolor tan insoportable cese o mengüe. El efecto es muy potente y muy breve, y dispara en ese corto e intenso plazo una cantidad de reacciones relacionadas con la anestesia pero también con la recompensa. Totalmente adictivo.

Los síntomas y el tratamiento

Pupilas extremadamente pequeñas, pérdida de conciencia con incapacidad de despertar, disminución del ritmo cardiorrespiratorio (en ocasiones al punto del paro), flacidez muscular, piel fría, tonos morados en cara y extremidades y hasta vómitos azulados o púrpuras. Todos síntomas de una intoxicación de fentanilo o repercusiones por el uso sostenido, incluso en dosis bajas.

Las crisis de fentanilo se suelen tratar con el antagonista por defecto de los opioides sintéticos, que es la naloxona, que puede revertir incluso los efectos de una sobredosis leve. Por fuera de eso, ni en Estados Unidos ni en ningún lado hay políticas de reducción de daños muy específicas, más allá del aumento de los controles sobre la sustancia y de la disponibilidad de naloxona en centros de salud. Por lo demás, implica prácticas regulares como el intercambio de agujas o los centros de consumo supervisado.

Por qué es tan letal el fentanilo

El fentanilo tiene usos similares a la morfina, aunque es mucho, muchísimo más potente, lo que significa que se necesita una cantidad muy pequeña para tener un efecto realmente fuerte. Lo que significa, al mismo tiempo, que los riesgos en los cálculos son exageradamente mayores. Mientras que cuatro saques de cocaína no son tanto más que tres saques, con el fentanilo un mínimo exabrupto en la dosis puede llevar a la muerte directa. La cantidad habitual para un fix es menos que la punta de un lápiz. Es menor a un grano de arroz la distancia de tamaño entre la vida y la muerte.

Además, en su uso ilegal termina mezclado a menudo con otras drogas, lo que puede ser muy riesgoso porque se vuelve imposible saber cuánto fentanilo tiene una pastilla, una bolsa o una piedra. Esto lleva a internaciones graves por sobredosis. Y a más muertes.

El fentanilo como consecuencia del sistema de salud estadounidense

Hace tres décadas, la prescripción médica de analgésicos opioides tuvo un crecimiento exponencial. Drogas como la oxicodona (OxyContin) y la hidrocodona (Vicodin) aparecieron en una tasa creciente de "hogares norteamericanos". Una mezcla de desconocimiento del riesgo a la adicción por parte de los médicos y de agresiva promoción por parte de las farmacéuticas, llevó a que se lo dispensara casi a mansalva y que la dependencia a los opioides se disparara en Estados Unidos.

Cuando esta situación toma estado público y se endurecen las regulaciones para opioides recetados, durante la primera administración Obama, muchos usuarios tuvieron que pasar a buscar alternativas ilegales, aumentando primero el uso de heroína y popularizando, más tarde, el del fentanilo y análogos. La potencia extrema y la dificultad de calcular dosis sin instrumental adecuado llevaron el número de sobredosis letales a seis cifras. La "Epidemia de los Opioides", deriva también de la sumisión del sistema de salud ante las farmacéuticas, y de la generación de un mercado creciente de adictos con alta tolerancia.

Fentanilo en Argentina

El fentanilo también está en Argentina, donde tiene uso medicinal legal alcanzado por la Ley 23737, la llamada Ley de Drogas de 1991, y por la Ley 17818, la de Estupefacientes Legales, que viene de 1988. Y aunque en otros países se ha reportado el uso veterinario en anestesia y tratamientos paliativos, en Argentina sólo se permite el uso de fentanilo y derivados en medicina humana. En nuestro país, este opioide se produce, distribuye y usa de forma legal tanto como ilegal, al punto de que el año pasado el Ministerio de Salud publicó su Alerta fentanilo para llamar la atención sobre el problema. Está clasificado como una sustancia controlada en Argentina, con sanciones severas para su tráfico.

En febrero de 2022, dos docenas de personas murieron en la provincia de Buenos Aires por consumir cocaína cortada con carfentanilo, una de sus formas más potentes. En 2023 se implementaron medidas más estrictas por parte de la Dirección General de Aduanas para el ingreso de fentanilo, incluyendo la creación de un registro de importación/exportación. Y en los últimos almanaques se vieron allanamientos que terminaban en alguna dosis de fentanilo incautada; o con cocaína, ketamina o pastillas con una pequeña composición de opioides análogos.

En paralelo, hay cada vez más casos de sustracción ilegal de fentanilo legal, como se dio a mediados de enero, cuando un enfermero ambulancista robó varias ampollas del Hospital Paroissien, en La Matanza. O en años previos, cuando otros profesionales de la salud fueron atrapados llevándose dosis de fentanilo y otras drogas similares.

Por supuesto, en el actual contexto global y con el avance de la vigilancia sobre países emergentes, ya hubo altos funcionarios del gobierno estadounidense –el secretario de Estado Adjunto para Asuntos Antinarcóticos y la Jefa del Comando Sur, nombrazos los dos– sobreactuando su preocupación por el estado de la lucha argentina contra los opioides sintéticos ilegales. El propio gobierno de USA apunta contra China como principal productora de fentanilo, que señala que se exporta ilegalmente a México para su distribución en todo el continente. O es todo psyop y siempre fueron los yanquis. Como sea, es un ovillo difícil de desatar. Imposible, diría, si estás bajo la influencia del fentanyl.