Quilmes Rock Minus One
Todo empezó con la idea de Pablo Wasserman de hacer un programa de Círculo Vicioso en vivo desde el Quilmes Rock. Por alguna de esas extrañas razones que mueven al universo, uno de los empresarios musicales más importantes del país es seguidor de Círculo Vicioso, el programa en vivo que hacemos hace cinco años con Pablo y que transmitimos casi todas las semanas por YouTube. La idea se gestó a partir de la posibilidad de hacer una colaboración entre Quilmes Rock y nosotros. La cosa fue tomando forma hasta que llegó "la hora señalada".
El viernes 11 de abril, cerca de las 15, llegamos al predio de Tecnópolis para pulir los últimos detalles y probar la transmisión. Las fricciones en la entrada ya anunciaban que iba a ser un evento multitudinario. Después de lograr la acreditación y saludar a Dillom, que salía de probar sonido, nos fuimos para la cabina de transmisión, ubicada exactamente al lado de la de Disney - Flow, encargados de la transmisión oficial. Mientras ultimamos los detalles para salir en vivo, tuvimos la suerte de presenciar algunas pruebas de sonido. Ver a Las Pelotas tocando Sin hilo para los cincuenta trabajadores abajo del escenario es una experiencia difícil de olvidar.
La sensación de transmitir en vivo mientras al lado tuyo suenan bandas que te gustan, te marcaron la vida o sencillamente conocés por el simple hecho de ser argentino, es una experiencia realmente inolvidable. Ahora entiendo a Mikki Lusardi y al Bebe Contepomi, dos titanes en el fino arte del vivo rockero. Por otro lado, presenciar la antesala del festival nos permitió ver de forma directa las condiciones materiales que le dan existencia a un evento de esta talla. En Argentina la capacidad de organizar festivales de gran magnitud –o mega eventos, como le dice la gente que trabaja ahí– se perfecciona con el correr de los años. Y logra movilizar unas 50 o 60 mil personas por día.
A diferencia de los shows de estadio –que pueden tener capacidades similares, pienso en cualquier River– donde ya existe una infraestructura pre-existente, en los festivales se monta una especie de mini ciudad donde antes no había mucho. Desde las 150 toneladas de equipos para armar los cinco escenarios del festival a los 3,5 km de cables para conectar todo y/o los 7 km de vallas para orientar y contener al público. Faltaría saber los kilos de comida consumidos, los litros de bebidas aniquilados y la cantidad de baños disponibles como para tener una idea de la magnitud del evento.

Porque detrás del goce, de los recuerdos y de las emociones que genera la música hay una infraestructura montable y desmontable que permite que eso suceda. Como me gusta decir, es un tipo de interfaz entre el público y los artistas. Lo lindo de haber tenido la posibilidad de acceder antes a ese espacio es que nos permitió ver los trazos finales de ese montaje. Pero incluso todo este despliegue de mecanos, legos y rasti a escala industrial es apenas un detalle, sí, cuando empieza a sonar la música y el espectáculo al que todos vinimos empieza a suceder.
Cerramos este primer día hablando con Matías Loizaga, uno de los jerarcas de PopArt y cerebro/organizador del festival, y quién nos invitó a formar parte del mismo poniendo todo lo que estaba a su alcance para lograrlo.
Quilmes Rock Día 1
Llegamos al primer día del festival con las expectativas por el techo. Caímos temprano, sabiendo que el primer día iba a ser especialmente complicado en el acceso. Es como que de pronto tu lugar de laburo lo compartís con 60 mil personas y tenés dos kilómetros entre la entrada al lugar y tu escritorio. Por suerte, salió todo bien y nos instalamos en la cabina. Ese primer día nos visitaron el querido Luis Paz (uno de los tres pilares de 421), el amigo de la casa Juan Ruffo, y pasó después de tocar Juan Ingaramo.
Podríamos hacer un breve análisis acerca de qué se trata cada uno de los festivales de Argentina, desde el Lollapalooza al Cosquín Rock, pasando por el Baradero Rock, alguno de metal (Monsters) o los extintos Pepsi Music y Personal Fest, tratando de armar una floja fenomenología del asunto. Pero eso se lo dejamos a los habitués y recurrentes del circuito musical argentino. La propuesta del Quilmes Rock, tal como hablamos con Lucho, se trata de alguna forma de hacer un "estado de la cuestión" en torno al rock argentino, o al "rock nacional" como solíamos llamarlo.
Este estado de la cuestión es una especie de foto musical del momento, donde se convocan a los artistas más consagrados, los que más público mueven, junto con bandas que quizá recién están arrancando o bandas que están hace años tocando, muchísimos años y cuya convocatoria no es tan masiva. O sea, digamos, hay de todo. En este sentido, desde el lado del público es un gran momento para ver varias bandas por día, concentrar todo lo que pasa y ver qué sucede con eso. En mi caso funcionó como una especie de actualización del estado general de la música rock en Argentina, de la cual tanto se habló, tantas veces se decretó su muerte, tantos artistas nuevos reclamaron el título para sí y, sin embargo, ahí está.
Lo primero que puedo decir es que el rock argentino goza de excelente salud. Si algo pude observar en estas intensas jornadas musicales es que la relación emocional y afectiva entre el público y los artistas está intacta. Eso es lo primero a destacar. La distancia con el fenómeno –no suelo ir a festivales y si voy es a cosas muy puntuales– a veces te hace perder esa tan importante noción que es la información que proporciona la realidad.
Desde escuchar los clásicos de las bandas consagradas a ver niños saltando con canciones de Calamaro o escuchar Imágenes paganas en vivo, cantada por un Moura. La tradición musical argentina es de una amplitud, variedad, vitalidad y profesionalismo que te deja con una visión muy optimista de cara al futuro. El rock argentino en todas sus vertientes goza de buena salud.
Porque ya no se trata sólo de la relación entre el público y el artista (si bien sin eso no hay nada) si no que además la profesionalización de la industria es total. Son cosas que se perciben de forma especial estando tras bambalinas. Pese a los años de crisis económicas, vaivenes en los tipos de cambio, múltiples cotizaciones del dólar y recesiones, la música sigue movilizando, sigue siendo suficiente para mover muchísima guita y la calidad que se despliega en cada evento se supera año tras año. Desde las torres de sonido, los escenarios y las pantallas a la oferta de comida, sistemas de venta de entradas y un largo etcétera. Después, a todo eso le tenés que sumar el estrés que le genera a un sistema así que 60 mil personas en simultáneo quieran hacer lo mismo (comer, tomar algo, ir al baño) y a eso la entrada/salida del predio, que siempre es complicada.
Los destacados musicales: Calamaro (primera vez que lo veo en vivo), Miranda! que la rompió de punta a punta y sumó a Lali a su show. Ahí se entiende la magnitud de estas nuevas estrellas pop línea nacional. No había un solo ser humano sin un teléfono en la mano intentado atrapar algo del aura de la cantante. La incorporación de Dillom a la grilla es interesante porque es precisamente el estado de la discusión entre "rock" y "género urbano". En un festival que fue por mayoría abrumadora de bandas de rock, que ejecutan toda su música en vivo y no sobre pistas, la incorporación de un artista que surgió de ese otro lado de la vereda pero que parece estar en una situación de viraje hacia el redil del rock nacional sirve para tender un puente generacional (Miranda! y Calamaro colaboraron varias veces con él) sin dejar de mantener un criterio de mínima más riguroso para la incorporación de artistas que vienen "de otro palo".
Quilmes Rock Día 2
El segundo día ya todo andaba como por un tubo. Llegué temprano y pude ver a Fonso y las Paritarias, que luego hizo su aparición en el stream. Banda que viene teniendo un sostenido buen momento y a mí me gusta catalogar como "psicodelia rolinga". Después nos visitó Theo, de Theo y Simón banda que desconocía por completo pero que abracé desde que Theo confesó ser programador y seguidor de Círculo Vicioso. Por suerte, antes de irnos pudimos ver su show y la rompen. Muchísima energía punk desplegada en el escenario. Amor a primera vista. Escúchenla.
También llegué a escuchar a El Mató (que sonaba mientras hacíamos el vivo), Los Cafres, Dante y Conociendo Rusia. Por otros compromisos laborales me perdí –ay– a Los Ratones y el emotivo reencuentro de Serú Girán. Fue uno de los grandes momentos virales del festival, donde todos los nostálgicos pudieron jugar su cartita de "esto sí que es rock". Muchos de esos momentos los capturó también Alejandra Morasano en sus fotos para esta Galería 421.
Quilmes Rock Día 3
Entre el tercer día del festival y el segundo medió una semana que alcanzó para reponer energías y prepararnos para el sprint final. Llegamos, hicimos de nuevo todo el asunto de las acreditaciones (que por suerte ya andaba perfecto), nos metimos al estacionamiento y a caminar. Creo que éste fue el día que más bandas ví. Arrancamos con Fantasmagoria en el escenario principal y después a ver a Boom Boom Kid. La experiencia Fun People, pero en partes. Ambas bandas están en un gran momento musical. Fantasmagoria muy consolidada y con un repertorio sólido. BBK sigue siendo único en su especie, incluso por momentos metiendo growls y blast beat.
BBK debe haber sido el único músico que tocó death metal en el Quilmes Rock, lo cual también me hace pensar en que para siguientes ediciones del festival no estaría mal armar un escenario con la "nueva guardia" del metal argentino. Pienso en Avernal, Undermine, Nvlo. Más allá de clásicos como Rata Blanca, A.N.I.M.A.L. y Horcas, es hora de que las nuevas generaciones del metal argentino pasen al frente.
Después fue el turno de las principales, vinieron Los Auténticos Decadentes (inoxidables), Rata Blanca y por último Babasonicos, a quienes nunca había visto en un escenario tan grande. Buen recital, aunque para mí le faltó un poco de polenta. Pero soy el gordo distorsión, así que no soy objetivo.
Quilmes Rock Día 4
El último día. Ya todos hechos concha y queriendo más terminar que otra cosa, pero contentísimos de haber participado en un evento único. Y a la vez esperando el plato fuertísimo del día y del festival: Los Piojos. Toda nuestra estadía en el Quilmes osciló entre dos sensaciones en tensión. Por un lado, nos tocó andar con el caballo del comisario. PopArt, quién nos invitó a participar del evento y dispuso de su tecnología al servicio de este humilde programa, es ni más ni menos que la productora musical más importante de Argentina y entrar con ellos a un festival que organizan te da un nivel de llegada similar al que tenías cuando tipeabas "Klapaucius" en Los Sims o "IDDQD" en Doom.
Sí, es vivir un festival en modo dios. Una sucesión de pulseras de diferentes colores que te van dando diferentes niveles de acceso (o clearence, como dicen los yanquis), que puede ir desde entrar a la zona de prensa para rescatar dos empanadas, al VIP para jetonear con el jet set acostumbrado al canje y el mangazo, o incluso meterse en zona de camarines. Uso y recomiendo. El acceso al detrás de escena completa un panorama que es muy difícil percibir siendo sólo "público". Es como mirar la parte de atrás de un tapiz.
Ahora bien, como en toda industria o gremio, no alcanza con entrar y venir "de parte de". Mucho menos en un ambiente como el musical, donde todos se conocen, suelen verse más de una vez al año y suelen trabajar más como una cofradía. Es decir, hay rangos. De ahí que no alcanzaba sólo con las pulseras para poder contar con la presencia de músicos de primera línea en el stream. Existe toda una serie de pasos como para poder entrevistar, no sé, a un Walas, Ale Sergi, Andrés Calamaro, Juanse o Adrián Dárgelos. Cosas que destraban el ser conocido en el ambiente, las relaciones personales y la confianza. Además de lo que implica para alguien que va a tocar o ya tocó, tener que ir a jetonear un rato con dos tipos que no conoce. Así y todo, nos las ingeniamos lo suficiente como para poder tener una breve pero hermosa nota a Maikel y el Mono de Kapanga, un sueño realmente cumplido.
Un día agitado pero que me alcanzó para ver a Los Tabaleros (que hicieron explotar el escenario enigma), a Kapanga (inoxidables e indestructibles pese al infarto del Mono en un show hace un tiempo), a Massacre (que se encargó de animar la tarde y lanzar dardos envenenados contra el poder de turno), y por último vivir ese maremoto emocional que son Los Piojos, banda que me tocó ver por primera vez. Acá es cuando toca hacer un corte y pensar que juegan en una liga donde actualmente sólo están La Renga y, si siguiera tocando, el Indio. No hay otras bandas que convoquen esta cantidad de gente por sí mismas y estén tan imbricadas en la cultura argentina. Realmente es un espectáculo que vale la pena en sí mismo.
Aftermath
Cómo escribí más arriba, el rock argentino goza de excelente salud. Todos los componentes de la industria funcionan como mecanismos de relojería. La clave de este Quilmes Rock (marca emblemática para Argentina y el rock, si las hay) fue la conjunción de un lineup bien nacional de primera línea y una preeminencia total del rock y sus vertientes (música tocada en vivo por músicos) que lo distinguen del resto de las propuestas existentes en el mapa festivalero local. ¿Cuántas cervezas habrá vendido la maltería de la zona sur del Gran Buenos Aires gracias a la cultura rock? Es por eso que todo se siente orgánico en esta edición me atrevería a llamar histórica. Por despliegue, por impacto y porque marca un rumbo muy definido a seguir, que creo es el correcto. De nuestra parte sólo queda agradecimiento y saber que nos vemos en el próximo.
