Debe ser la comida más arcaica que acompaña al hombre desde su origen. Las panaderías son locales tan comunes como una carnicería o una verdulería. Es un infaltable en la mesa argentina pero, pese a que es muy sencillo de hacer, no es muy común que los citadinos hagamos pan.
Se puso un poco de moda en la pandemia de la mano de la "masa madre", que es un sistema donde se elabora una masa propia con levadura sacada directamente del aire (si, hay levaduras flotando en el aire todo el tiempo). El resultado del pan de masa madre es un poco más amargo y ácido que el pan "normal", y además es un poco más difícil de cocinar. Lo que me resulta más divertido de todo esto es el proceso de extraer levadura del aire, pero la verdad es que nunca cociné pan de masa madre: sólo tuve un tiempo una levadura en un frasco que me había pasado mi cuñado, que sí es experto en la materia.
Más allá del pan de masa madre, igual, el pan común con elementos que se consiguen en un almacén o un chino es facilísimo de hacer. Queda rico, es barato pero más que nada tiene un efecto espiritual más que interesante. Preparar algo que vamos a consumir a lo largo de una semana otorga ciertas características ritualisticas que -al menos en mi caso- son bastante beneficiosas. No sólo nos estamos cocinando si no que ganamos un grado de autonomía respecto de la cadena de consumo en general. Es una boludez pensarlo en estos términos, sí. Pero qué le vamos hacer.
La receta para hacer un kilo de pan es bastante sencilla y la aprendí del reverso de los sobres de levadura seca que uso para hacerlo.
Ingredientes:
- 1 kilo de harina
- 1 sobre de levadura
- 750 cm3 de agua
- 50 gramos de manteca
- sal a gusto
La preparación es muy sencilla. Por un lado disolvemos la sal en el agua, que tiene que estar levemente tibia. Después tiramos la mitad del paquete de harina en un recipiente y agregamos la levadura seca. Echamos una parte del agua y vamos cuajando la masa, que va a tener una consistencia medio cremosa. Luego, metemos la manteca (recomiendo derretir antes), completamos la harina y tiramos lo que quede de agua, siempre viendo que se mantenga esa consistencia tirando a cremosa.
Yo mezclo todo con la mano, intento que no queden grumos y la pongo a descansar. Le metemos un repasador encima para tapar la masa y la dejamos cerca de algún lugar calentito. Puede ser el horno, el termotanque o una estufa. Si bien no hay que ponerlo directo porque puede cocinar el fondo (una vez me pasó), dejarla cerca de una fuente de calor acelera el proceso de leudado y hace que la masa quede más esponjosa. Luego dejamos reposar por alrededor de dos horas.
Cuando la masa haya triplicado su tamaño, preparamos una o dos asaderas con aceite, y cortamos los bollos. Los dejamos descansar para que leuden un poco y precalentamos el horno. Después de unos quince minutos, hacemos un corte en los pancitos, podemos agregar un poquito de harina encima, sal gruesa si a alguno le gusta y los mandamos al horno.
Un truco que podemos usar para que se arme una mejor crosta es meter al mismo tiempo que los bollos una asadera con hielo. No tengo idea cómo funciona pero una vez me pasaron el truco y quedan mejor. En el horno deberían estar unos veinte minutos en máximo, pero hay que ir controlando.
En mi casa anterior tenía un horno eléctrico que era bárbaro porque me dejaba elegir las direcciones del calor, lo cual me permitía cocinar el pan a la vez que le armaba una rica costra, producto de que tenía integrada una resistencia en la parte superior.
Ahora, en cambio, tengo un horno común a gas por lo cual tengo que cocinarlos en dos pasos. En el primero, dejo que se inflen y se cocinen bien los pancitos. Una vez que parecen estar más o menos hechos, los saco del horno y los mando directo a la parte de abajo donde quedan expuestos a la llama del gas. Así, terminan de cocinarse y se les arma una linda crosta en la parte superior.
Una vez que vemos que tienen un lindo color doradito por el fuego, los sacamos y los dejamos enfriar. Después de probar varios métodos descubrí que lo mejor es mandarlos al freezer una vez que perdieron todo el calor e ir sacándolos a medida de que los uso.
Y eso es todo. En un proceso que lleva en total unas tres horas podemos sacar un kilo de pan casero. A mí me gusta hacerlo, en general, los domingos a la noche mientras boludeo y me preparo mentalmente para afrontar una nueva semana. Además, es algo lindo para hacer que no implica mirar pantallas y nos conecta con la posibilidad de autoabastecernos (sacando el pequeño detalle de comprar todos los ingredientes en un Chino, obvio).
Uso y recomiendo.